viernes, 13 de febrero de 2009

Físicos de botellín

Estamos en tiempos que dicen "chungos", que si crisis, que si limoná pero las cosas hay que tomárselas con buen humor, os lo digo por la experiencia que me da el haber pasado un mes de Enero de mal en peor, pero Febrero se presenta despejado, con ganas de reir y divertirse y disfrutar la vida. ¡Qué coño es eso de vivir para llorar! Hay que quererse a uno mismo y si la vida te da un palo levantas el dedo y le dices a la vida que se joda que a ti no te va a quitar la sonrisa. A la cabeza me vienen historias graciosas en las que he tomado parte, os la voy a contar.
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Corrían tiempos de universidad, lugar al que yo no sabía muy bien a lo que iba, mis dudas tengo de si lo hacía por los botellines y el mus o por labrarme un futuro en esta españa de buen dios y mejor vino. Me estoy acordando de una cogorza grupal que empezó a golpe de 10 de la mañana desayunando botijos porque era el último día de clase antes de Navidad y no nos podíamos liar mucho que teníamos laboratorio por la tarde, ¡a quién se le ocurre poner un laboratorio el mismo día que la cogorza oficial final del año! Tras una serie larga de botijos vamos aumentando el caudal, pasando a los tercios, cuando el río se llena pasamos a los pacharanes, no recuerdo haber comido. Por el camino el General R. y yo íbamos buscando amiguitos para nuestro alterne, pero ojo sin liarnos mucho, recuerden que teníamos laboratorio.
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Llega la maldita hora de entrar al laboratorio y el morado que llevábamos encima era considerable, tanto que las risas en el laboratorio fueron continuadas, y más cuando el General R. no atinaba a quitarse la cazadora o yo no acertaba a decirle al profesor si la gráfica estaba baja o alta, creo recordar que me dijo que estaba baja y en sus propias narices la borré y la corregí, ¡qué cara se le quedó al profesor al darse cuenta de que el alumno se había inventado el resultado delante suyo! Creo que al final fue el profesor el que tomó la decisión de decir que algunos alumnos podían ausentarse si querían diciendo esto yo casi noté un puñal en mi espalda obligándome a salir por la puerta.
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Ya en la cafetería obtamos por alicatarnos un poco más el hígado con unos buenos pelotis y comentando como buenos amiguitos las alegrías de la tarde en el laboratorio, por cierto de ese grupo guardo un grato recuerdo por las enormes risas que nos echamos, ¡coñe, si es que somos físicos de botellín!. A la hora de irse es cuando empiezan los problemas al darme cuenta de que ese día me había llevado el coche de mis padres a la universidad, la juventud no te hace ver el problema y tomé la decisión, ahora creo que errónea, de meter al General R. y a un servidor en el R-9 cochambroso y tirar para el barrio.
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Cuando aparco el coche en el garage unos 25 kilómetros más allá de la universidad le pregunto al General R. por el lugar donde vamos a tomarnos la siguiente copichuela sin obtener respuesta al no estar el susodicho en el coche, ¿dónde se bajó?
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Al cabo de unos días se lo pregunté y el tampoco recordaba el cómo, el por qué, el dondé ni el cuando, alguien nos sacará de dudas algún día.
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La segunda historia es de temática similar pero con distinto escenario, en este caso Torrejón, también con compañeros de pupitre universitario, y también con dos vecinos de Carabanchel como protagonistas, el señor F. y el que escribe, en este caso el coche no era mío, era de señor F. Íbamos a un cumpleaños, a un botellón y a tomarla por allí, para conocer los mega-super-guais garitos de los que nos habían hablado de allí. Cumplimos en el botellón como buenos invitados, bebiéndonos todo y aceptando toda invitación. A partir de aqui yo dejé de beber porque intuía que el señor F. no iba a estar apto para llevar su vehículo y a un servidor de vuelta al barrio. Fuimos llevados de bar en bar, de pub en pub, claro yo decidí no beber pero por aquel entonces algún cigarrito especial caía, y cayeron esa noche, creánme, cayeron. A cierta hora decidimos que nos queríamos ir y esa misma decisión tomó un chaval que vivía en Coslada y que nos pidió que le acercáramos a casa.
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En ese momento el señor F. y su cogorza tenían la firme intención de conducir por si mismos. En ese momento no sabíamos donde estábamos y lo peor, no sabíamos donde carajo estaba el coche. Asi que preguntando por un descampado donde aparcan coches cerca de un edificio azul conseguimos llegar no sin problemas ya que el señor F. insistía en preguntar a los viandantes por una máquina de "coca-colas", ¡qué a él con una se le pasa la moña! Llegado al descampado comprobamos que hemos andado mucho pero que hemos llegado, el señor F. se sienta a los mandos de su vehículo y se queda en trance, sale del vehículo y dice que conduzca yo, nuestro invitado de Coslada asiente agradecido.
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Ambos pasajeros se me sientan en la parte de atrás, yo me digo a mi mismo callate arranca y nos largamos de aqui, lo dicho, arranco y nos vamos, pero no sabía encender las luces asi que sin luces. Al rato el señor F. que me ve sin luces decide pasarse del asiento de atrás al de delante para explicármelo justo cuando la policía pasaba por nuestro lado y se nos apareció algún santo de esos y no nos pararon. Después de que el señor F. abriera la puerta en marcha para soltar un gargajo, no lo podía hacer por la ventana, digo yo, nos percatamos de que nos habíamos perdido y decidimos seguir a un coche negro que teníamos delante y que creíamos que quería salir de Torrejón, maldito. El vehículo en cuestión nos llevó hasta las mismísmas puertas del cuartel militar donde tuvimos que maniobrar torpemente para salir cagando leches.
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Y esto, oigan, es como los videojuegos antiguos, chocas contra una pared y rebotas en línea recta hasta darte con otra, eso hicimos seguir recto dejando el cuartel a la espalda, tan recto seguimos que llegamos a Loeches dándonos cuenta de que nos habíamos vuelto a perder. ¡Me salía coche por las narices! Nos centramos un poco, pensamos y buscamos una salida a la maldita A-2 por primera vez tras una hora larga en el coche. Encontrada la A-2 nos encaminados dirección Coslada, entramos en Coslada y preguntamos al invitado que si esto era su pueblo, respondió afirmativamente y le instamos a que se bajará sin cuestionarnos siquiera que ese pueblo es grande y que igual el chico tenía que andar un rato largo hasta su casa. Al salir de Coslada cogemos la M-40 pero sin mirar, vamos que nos dimos la vuelta entera a Madrid cuando por el otro sentido hubiéramos tardado 15 minutos.
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Resultado más de dos horas y media desde Torrejón a Madrid y un depóstio gastado, ¡bendito autobús!
Saludos, espero os guste el relato

6 comentarios:

  1. Grande Twister!! Me he reido un rato leyendo las dos historietas, jejeje

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  2. Me sigue pareciendo una historia mítica la del General F. y cómo ibas en el coche sin saber que ya no estaba allí. MÍTICA.

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  3. jejeje, qué tiempos!!!
    veo que la facultad de física de Madrid es igualita a la de bcn

    Jordi

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  4. Ays es que eran otros tiempos, la del general R. es tremenda, ¡cómo se nos fue la cabeza ese día!

    Saludos

    Twister

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  5. Twister, a ti aquello de si bebes no conduzcas, te la suda, ¿me equivoco? Por lo demás, muy grandes ambas historias. Pero siento decirte que no, que nunca nadie os sacará de dudas a ti y al Richardson sobre qué pasó en aquel trayecto entre Cantoblanco y Carabanchel. ¡NUNCA! Jajajaja.

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  6. estuve visitando tu blog, me gusto mucho, espero podamos estar en contacto. Soy nueva en esto de los blogs, arme uno hace poco mejorlodigo.blogspot.com
    Te mando un beso grande...

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