lunes, 1 de diciembre de 2008

Ascensión en bicicleta al monte Abantos (Madrid)

Es viernes por la noche y cuesta meterse en la cama. Un rápido vistazo al reloj. Apenas es medianoche y tienes la sensación de que deberías estar en algún antro tomando cervezas en lugar de en casa, pero en realidad estás tratando de escapar de toda esa mierda. ¿Un viernes por la noche en casa? Sí joder. Mañana toca jornada de bici y el reto no es moco de pavo. Se trata de subir el monte de Abantos desde la estación de tren de El Escorial, de alcanzar su cima a poco más de 1.600 metros, en la frontera con la provincia de Ávila. Pero aunque estás en casa no estás precisamente descansando, sino haciendo el mico con el ordenador y degustando telebasura. A las dos de la mañana te decides a echar el cierre de una maldita vez.

"El puerto de Malagón, conocido también como alto de Abantos o puerto de San Juan de Malagón, es un puerto de montaña situado en la zona suroeste de la Sierra de Guadarrama (sierra perteneciente al Sistema Central). Tiene una altitud de 1.590 metros y separa las provincias españolas de Madrid y Ávila, y la carretera comarcal que lo atraviesa comunica los municipios de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) y Peguerinos (Ávila). Al oeste del puerto se extiende la sierra de Malagón, la cual le da el nombre. El paso de montaña se ubica en la ladera sur del Monte Abantos, por lo que constituye el punto de partida de un camino que lleva a la cima de dicha montaña" (de http://es.wikipedia.org/wiki/Alto_de_Abantos)

Sin solución de continuidad el despertador te masacra a las ocho de la mañana, una hora antes que en tus días de laboro. ¿Por qué señor, por qué? Cuando asimilas que, aunque te levantes, no tienes que ir al trabajo se reduce drásticamente la sensación de dolor inasumible. Cuatro galletas, un zumo y te pones tu ropa ajustada para coger el toro por los cuernos. Fuera hace frío pero se adivina que puede ser una jornada soleada. No sabes muy bien por qué, pero sientes que te apetece pedalear, así que en tres minutos estás plantado en la calle esperando al resto de la expedición.

En la Casa de Campo siempre hace frío. Da igual la época del año y la hora. Cuando se cruza la A-5 los termómetros experimentan un descenso considerable y tu lo notas en la cara como un bofetón. Eso sí, a primera hora de la mañana no hay mucho dominguero, ni niños, ni niñas, ni familias felices de esas que ocupan toda la calzada y te obligan a hacer un ejercicio de contención para no montar una escena subida de tono. En un cuarto de hora largo alcanzas la estación de tren de Príncipe Pío donde, como no podía ser de otro modo, un tarado mañanero, alcohólico o drogata, qué más da, se acerca al grupo para dar la barrila sobre alguna estupidez que a él le parece de lo más relevante. El grupo se completa y ya son cinco los expedicionarios.


Viajar en tren puede ser muy bonito, pero también una historia interminable en plan Michael Ende. Los despertadores de la grupeta comenzaron a sonar algo antes de las ocho de la mañana, pero hasta las 11 no se plantan las diez ruedas en El Escorial. A más de uno se le han quitado las ganas de afrontar las rampas del 17 por ciento del puerto de Malagón (ladera sur del monte Abantos), pero a estas alturas de la película la marcha atrás no es otra cosa que un método anticonceptivo de dudosa eficacia.

"El Alto de Abantos, también conocido como puerto de Malagón, ha sido y es un puerto de montaña de gran importancia en el panorama ciclista español. Un gran número de ediciones de la Vuelta a España han pasado por Abantos y ha sido final de etapa en muchas ocasiones. Está considerado puerto de primera categoría, y es por ello que grandes ciclistas han ganado en su cumbre, como Roberto Laiseka (1999), Gilberto Simoni (2001), Samuel Sánchez (2007) o Iván Morales (noviembre de 2008)" (fuente http://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Abantos)

Desde la estación de tren salimos de El Escorial por la carretera que lleva a El Valle de los Caídos (esta subida se puede afrontar por diversos caminos, algunos atravesando el pueblo, pero nosotros escogimos el menos directo). Abandonamos esta carretera una vez pasado el hospital de la localidad y giramos a la izquierda para adentrarnos en una zona de merenderos y barbacoas. Es el momento de despojarse de chubasqueros y ropa de más, para lucir con orgullo los disfraces de ciclistas de corazón.



Las primeras rampas avanzan entre una zona de pinares y rampas que no superan el 5 por ciento. Es un tramo suave en el que todavía hay ganas de bromear, ideal para calentar las piernas e ir revolucionando los corazones.



Apenas un kilómetro más arriba llega la primera decisión de considerable importancia: se puede continuar recto por la vía para los vehículos, o girar a la derecha por donde hay un portón que sólo permite el paso a pie o en bicicleta. Por supuesto, giramos. Se acaban las bromas y las conversaciones. Esta es una zona de curvas en herradura totalmente pelada de vegetación por culpa del incendio que la asoló en 1999.

Las rampas ya son considerables, siempre por encima del 10 por ciento de desnivel. El aire es el peor enemigo de los ciclistas y esta mañana está especialmente cabrón. Al ser curvas de 180 grados, los tramos se dividen en dos: los de lucha infernal contra el viento y los de prácticamente descanso en los que puedes sentir que vuelas hacia la cima ayudado por Eolo, hijo de Hípotes, señor de los vientos.



Son apenas tres kilómetros, pero la dureza hace que el grupo salte por los aires: uno que se lanza en una carrera frenética contra sí mismo y que se marcha sin despedirse; otros que más o menos se unen, se fotografían y paran a comer frutos secos rancios; y otro que lucha por salir dignamente de una encerrona más propia de las películas de Rambo que de una agradable mañana de sábado en bicicleta por la sierra. Este último, totalmente clavado 'a lo Franco Vona', sólo avanza con una idea en la cabeza: coronar sí o sí, aunque sea al día siguiente. Mientras le queden Kit Kats todo es posible.

Después de las herraduras llega una zona de sube y bajas rompepiernas muy de agradecer. Ya en este punto cualquier rampa de menos del 10 por ciento es una bendición acogida con algarabía, como si de un descenso a tumba abierta se tratase. Además, vuelven los pinos, que cumplen la indispensable misión de tapar del aire a los corredores. Otro par de kilómetros y se abandona el camino prohibido a los coches para unirse ya hasta el final a la carretera del puerto. Justo a mitad de camino hay un pequeño mirador en el que de nuevo hay que esperar al farolillo rojo quien, aunque con un notable retraso, llega incluso con ganas de reir. Pero se le han acabado las chocolatinas y el agua...

Los cuatro reanudan la marcha pero tienen que volver a parar por sorpresa al poco. ¿El motivo? Un pino centenario caído en mitad de la carretera y que bien pudo provocar una catástrofe. Un chaval les informa de que el árbol se ha derrumbado cinco minutos antes y que él y su coche se salvaron por los pelos de ser aplastados. Ha llamado a los bomberos y, mientras llegan, pasa el rato contando su historia a todos lo que pasan por allí. Los ciclistas se ríen (algunos tratan incluso de levantar el pino con su fuerza bruta). Los conductores atrapados, no tanto.



Pero la subida sigue. Una nueva curva un poquito más arriba y otra decisión. Dejando el Centro de Educación Ambiental Arboreto Luis Ceballos a la izquierda, la carretera se empina de manera abrupta y sorpresiva en un momento en el que las fuerzas ya no sobran precisamente. Los ciclistas suben y se encuentran con otros compañeros de ruta. Entre todos se animan, pero la marcha es tremendamente lenta. Las rampas del 17 por ciento, ahora sí, dan para pocas alegrías. Los platos grandes ni se rozan. Los platos pequeños no son suficientemente pequeños. Las bicicletas se agarran más que nunca, como si algún malnacido (seguramente gitano) te estuviera agarrando el sillín para evitar que avances.

A tres kilómetros de la cima el escapado se encuentra, ya de bajada, con el resto. Un encuentro más bien desagradable, puesto que lejos de animar, se dedica a soltar frases como "ahora queda lo peor", "os falta un buen rato" y disparos en la nuca similares. "¡Descabéllanos, cabrón! ¿A qué demonios juegas?" Antes de que su discurso apocalíptico termine por minar del todo la moral de la tropa, los platos están de nuevo chirriando hacia la cumbre, siempre con El Estratega marcando el ritmo. ¿Ritmo? ¿Qué ritmo? Maldita sea, algunos preferirían subir apoyándose en sus rodillas hasta desangrarse antes que seguir pedaleando.

Una penúltima parada a la altura del puerto de Malagón y ya sólo queda un esfuerzo más para llegar al cartel que certifica que estás en la cima de Abantos. Es un tramo mucho más suave (tal vez tendrá rampas del 7 por ciento) y tendido, en el que se ve siempre al fondo una placa verde y grandota que marca el comienzo de Ávila y de Castilla y León. Hay que salvar un par de inesperadas curvas en herradura, de esas que no sabes si coger por dentro o por fuera y al final te tiras por el medio, y tras un nuevo giro a la derecha ya no hay más que cortar, sólo disfrutar los instantes finales y disfrutar de lo que has logrado gracias a la superación personal y a tu esfuerzo.



Más frutos secos rancios (que ahora saben a gloria), plátanos, naranjas, agua y deseos de coca colas ahora imposibles pero alcanzables en apenas una hora. El farolillo supremo no llega. Nadie da un duro por él y se inicia el descenso. Descenso que lejos de ser un paseo militar, también entraña cierta dureza y complicación, debido al aire y a los socavones infinitos (si asomas por alguno de ellos seguramente podrás ver alguna estación de la línea 5 de Metro). Unas cuantas rectas a casi 50 kilómetros por hora y todo el sudor de la subida desaparece. Comienzas a crionizar y los dedos apenas sienten.

Una curva a la derecha y ¡cuidado, cuidado! Aquí llega ÉL, caminando, tirando de su bici con rabia y todo pundonor. El potro italiano de las cumbres, el luchador incansable, ese que nunca se rinde y que se niega a sucumbir ante su destino. ¡Lo está consiguiendo! ¡Demonios! ¿Cómo lo hace? ¿De dónde sacas las energías, potro? ¿De qué planeta viniste? "Tirad para abajo chicos, que yo voy a subir andando y allí comeré algo". Siempre más. Chubasqueros en posición y a tumba abierta, ahora sí, que hay ganas de refrescos, patatas fritas, algo de marihuana tal vez. Cada uno se premia con lo que el cuerpo le pide.


Todavía hay tiempo para alguna bonita foto. A punto de afrontar la última parte del descenso, una llamada perturba al grupo. Desde la estación de Renfe, el primero se larga. La perspectiva de esperar al farolillo rojo durante al menos noventa minutos no es demasiado atractiva, eso no lo duda nadie. Adiós compañero, hasta la próxima. En diez minutos los tres valientes toman al asalto una gasolinera cualquiera para comprar avituallamiento. Lo degustan al sol. Al rato comienzan los nervios. La hora de salida del tren de vuelta se aproxima y falta uno. Hace frío además. Finalmente aparece. Ellos ya están cansados de esperar, pero le dan una chance más. Compra algunos víveres y el gasolinero le regala una chocolatina debido a su aspecto demacrado (sobran las valoraciones).

El tren se fue sin ellos. Una hora esperando, comiendo sandwiches de gasolinera, viendo a un chavalín que merodeaba la estación con su bici haciendo caballitos y cabriolas variadas, como en un todo a cien de la vanidad mal entendida. Bostezos en el tren, un viejo que no se calla nunca. Problemas para subir las bicis en Atocha tras el cambio de tren, debido a que son ya las seis de la tarde del sábado y la gente se arroja a las calles. Pero los más molestos no son los ciclistas, sino un chino absurdo que escucha tres veces seguidas la misma canción de Avril Lavigne a través de su teléfono móvil, deleitando al resto de viajeros, que dudan entre acuchillarle o hacerse fotos con él. "Próxima parada, Aluche". En esta nos bajamos.



Enlaces necesarios:
http://es.wikipedia.org/wiki/Puerto_de_Malag%C3%B3n
http://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Abantos
http://es.wikipedia.org/wiki/Alto_de_Abantos
http://chinoskudeiros.blogspot.com/2008/07/avanzadilla-de-los-chinos-kudeiros-toma.html
http://desitioensitio.blogspot.com/2005/09/subida-en-bicicleta-al-pico-abantos.html

15 comentarios:

  1. Que quede constancia de esta bonita mañana de sufrimiento gratuito.

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  2. Las imágenes están a la altura de la gesta, muy bien chavales...

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  3. Muy bueno gallar, muy bueno!!! Impresionante. Me ha gustado tanto que me ha motivado a hacer a mí una crónica de la próxima salida. Me ha partido con tus referencias hacia mí. Bravo he disfrutado leyéndolo, qué arte.

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  4. "como si algún malnacido (seguramente gitano)" y eso?? jaja, tus razones tendrás. Buena odisea.

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  5. Javi, nunca hay que perder una oportunidad de arremeter contra LOS TANOS, que tanto nos atemorizaron cuando éramos canijos y robaban las bicis de los chavales del barrio, jaja. A nosotros nunca, por suerte. Y sí, Mikel, la próxima la haces tu, por favor. Aunque eso sí, no veo muchas fechas disponibles en tu próxima visita a Madrid, porque la gente trabaja, se va de viajes, tiene compromisos nocturnos... yo, te lo adelanto ya, tengo vacaciones desde el 31 de diciembre al 7 de enero, ambos incluidos.

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  6. De hecho, tal vez el 31 de diciembre por la mañana podríamos hacer algo, en vista de que el 27 es el partido de fútbol... cita que, por cierto, merece también un post en condiciones en este blog, incluyendo la celebración posterior. ¿Qué celebraremos? Que seguimos en la brecha un año más.

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  7. Genial Galko!! Me ha encantado la crónica, muy fiel a lo acontecido.

    El 31? venga! por mí vale, miramos a ver como podemos hacer lo de Pelayos? Aviso que se necesitarían coches. Eso sí, merece la pena.

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  8. Por cierto, no has puesto el archivo de google earth y el perfil, necesitas que te lo pase de nuevo?

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  9. muy bueno galko!!! Cómo siempre.

    Para el 31 no contéis conmigo puesto que trabajo. Si alguno pudiese el día 26 que me lo haga saber ya que lo tengo libre.

    TitoIby

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  10. Juanjo, lo del perfil y el google earth lo puedes subir tu. Es que en el trabajo no me funciona bien el blogger y no puedo más que insertar textos. El 26 yo trabajo. ¿Y el 24 podemos todos?

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  11. El 24 y el 26 puedo.

    Ahora luego veo si puedo subir eso Galko.

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  12. A ver qué puede hacer Iván con el día 24, que es el único que trabaja...

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  13. El 24 es perfecto, yo llego el 23 y al día siguiente a hacer una excursioncilla... Nos llevamos bocatas y kit kats y comemos en mitad del camino.

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  14. Bueno, pues vamos organizándola para el 24 entonces. Iván, mira a ver si hay posibilidad de conseguir ese día.

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  15. Heroica gesta, David. Me inspirará en mi segunda clase de spinning, si es que algún día decido volver.
    Besos
    Amaya

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